lunes, 11 de mayo de 2015

DE PAROS, HUELGAS Y BUROCRACIAS SINDICALES

Reflexiones en torno a las luchas del sector educativo en Colombia, la multisectorialidad y la acción directa popular. 

La situación actual en Colombia en el sector educativo ha estado girando en torno a una serie de conflictos, coyunturas y escándalos que sacuden el magisterio, las universidades públicas y los colegios en diferentes territorios del país. Por un lado ha concluido la etapa de pre-negociación de dos de estos conflictos -por lo menos en lo que respecta a las direcciones sindicales y los actores con los que se interlocuta directamente-, a saber, la asamblea permanente de las trabajadoras de la Universidad Nacional, impulsada por el Comité Pro-Mejora Salarial, y el paro de los profesores agrupados dentro de la Federación Colombiana de Educadores. Así mismo empieza con pisada fuerte las movilizaciones, dinámicas de asamblea permanente y paros estudiantiles en universidades como la Industrial de Santander, la misma Universidad Nacional, la Pedagógica Nacional (cuyas peticiones tienen relación directa con el paro del magisterio), el Politécnico Jaime Isaza, la Unicordoba, Unipamplona, y que se han saldado con victorias en las ultimas semanas en la Unillanos. Tampoco podemos pasar por alto las demandas y procesos de movilización de profesores universitarios en la UIS y la USCO, o la protesta que han impulsado estudiantes de secundaria, sobre todo en el marco del paro nacional docente o por demandas locales, que se ha manifestado con diferentes tomas a centros educativos durante los últimos meses, como ha venido sucediendo en Bogotá en localidades como Kennedy, los Mártires o Usme.

Esta arremetida de los diferentes estamentos educativos debemos entenderla y dimensionarla a través de dos ejes coyunturales: por un lado los diálogos de paz entre las insurgencias y el gobierno, y de otro lado, la imposición del Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Santos para el periodo 2015-2018. Estos dos escenarios representan claramente las dos perspectivas de país, a groso modo y dejando de lado por un momento los matices interinos, de la burguesía criolla y de los movimientos sociales. Así, mientras desde el sector educativo se hace énfasis en el papel de la educación en la construcción de alternativas al actual conflicto armado, el gobierno no duda en arreciar la guerra contra los movimientos sociales (que se manifiesta en el caso particular con el trato militar a las demandas de profesoras y estudiantes, así como en el uso recurrente de la herramienta paramilitar, auspiciada entre otros por directivas de universidades, como se ha denunciado en la UIS o en la Unicordoba); de igual forma, los estamentos organizados dentro de universidades y colegios seguimos insistiendo en la necesidad de desfinanciar la guerra para mejorar la educación pública de carácter gratuito, mientras al mismo tiempo el gobierno insiste en la privatización a través de su nuevo Plan de Desarrollo y políticas como el programa “Ser Pilo Paga”, que transfiere recursos a la educación privada. En el mismo PND se hace la salvedad en la primera página de que ha sido pensado para seguir los lineamientos de la OCDE, grupo selecto de países al cual el Estado Colombiano pretende entrar, lo que ya nos ubica las coyunturas dentro del panorama superestructural del sistema: la inclusión de Colombia en el nuevo mercado internacional, ocupando su papel dentro de la división internacional del trabajo. No sobra también recordar que precisamente un amplio sector de FECODE llamó a votar por Santos el año pasado, impulsados por la necesidad de continuar los dialógicos de paz, mismo sector que tiene también responsabilidad política por la negociación que vendió el paro de docentes, dinámica que se repitió con un amplio margen de organizaciones estudiantiles que hoy se limitan para construir un movimiento estudiantil verdaderamente fuerte, mientras no escatimaban esfuerzos en las anteriores elecciones y que descaradamente apoyaron la reelección de Santos, al tiempo que se padecía un reflujo estratégico por la falta de dinamismo con problemáticas locales.

Para quienes nos pensamos una alternativa autónoma desde los movimientos sociales ha sido importante abordar estos dos ejes con mayor profundidad a lo que ofrecen los sectores reformistas e incluso las mismas insurgencias (que en el caso concreto de La Habana parece centrarse en gran medida en el tema de la Participación Política), intentando partir de una critica antiestatal a los diálogos de “paz” y al modelo de país que se piensa el Estado y se materializa ahora con el PND. En esa misma linea es importante que desde nuestra perspectiva política e ideológica podamos posicionarnos en torno al paradigma de la educación en el sistema actual de cosas y nuestras posturas frente a los diferentes conflictos que se han venido forjando al calor de la lucha organizada, pudiendo plantear propuestas concretas y estratégicas para los tiempos actuales y venideros:

Multisectorialidad social y educativa; la construcción de banderas de lucha conjuntas:
Debemos partir de la significación misma que tienen los procesos de resistencia, de sus alcances y limitaciones. Desde el paro nacional universitario del 2011 el sector educativo a nivel nacional había presentado cierto reflujo, en una retroceso que ha significado perder la capacidad de disputa frente a temas que nos conciernen en lo inmediato (como el acuerdo 2034 que parece haber pasado relativamente por desapercibido), mientras movimientos como el agrario y los indígenas han venido aumentado su beligerancia y perspectiva de acción, especialmente durante el Paro Nacional Agrario del 2013 y las diferentes protestas en el Cauca, Catatumbo, Arauca y otras regiones del país. Es de aquí de donde debemos partir para poder pensarnos como sector educativo dentro de los movimientos sociales: es importante ubicarnos dentro de grandes abanicos de lucha, unificando demandas y articulando banderas. Ello no pasa por simple comentario, como hemos visto, una derrota ahora mismo implicaría un nuevo reflujo que nos daría un paso atrás durante un par de años más, mientras que una arremetida social en este momento podría ubicar al pueblo organizado en una nueva dimensión de disputa, le dotaría de nuevas esperanzas y ampliaría horizontes.



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