domingo, 26 de enero de 2014

El sabio y el revolucionario. Kropotkin según Malatesta

Pedro Kropotkin es, indudablemente, uno de los que más ha contribuido –quizás aún más que Bakunin y Eliseo Reclus– a la elaboración y a la propagación de la idea anarquista. Por eso tiene bien merecidos la admiración y el reconocimiento que todos los anarquistas sienten por él.
Pero, en honor a la verdad y en interés supremo de la causa, es preciso decir que su obra no ha sido toda y exclusivamente bienhechora. No es suya la culpa; al contrario, fue la eminencia misma de sus méritos la que causó los males que me propongo indicar.
Naturalmente, Kropotkin no podía, como hombre alguno lo podría, evitar todo error y abrazar toda la verdad. Hubiera sido necesario, pues, aprovechar su preciosa contribución y continuar la búsqueda para nuevos progresos.
Mas los talentos literarios de Kropotkin, el valor y la extensión de su producción, el prestigio que le daba su nombradía de gran sabio, el hecho de que hubiese sacrificado una posición de encumbrado privilegio para defender, a costa de peligros y de sufrimientos, la causa popular, y con eso el encanto de su persona, que hechizaba a todos los que tenían la fortuna de acercársele, le dieron tal notoriedad y tal influencia que pareció, y en gran parte fue realmente, el maestro reconocido de la gran mayoría de anarquistas.

Así ocurrió que la crítica fue desalentada y se produjo un alto en el desarrollo de la idea. Durante buen número de años, a pesar del espíritu iconoclasta y progresivo de los anarquistas, la mayoría de ellos no hicieron, en materia de teoría y de propaganda, sino estudiar y repetir a Kropotkin. Decir otra cosa que él no dijera, fue para muchos, casi una herejía.
Bien estaría, pues, someter las enseñanzas de Kropotkin a una crítica severa y sin prevenciones para distinguir lo que es siempre verdadero y vivo de lo que el pensamiento y la experiencia posteriores pueden haber demostrado erróneo. Lo que, por otra parte, no afectaría sólo a Kropotkin, porque los errores que se le pueden reprochar eran profesados por los anarquistas antes de que Kropotkin hubiese adquirido una posición eminente en el movimiento. Él los confirma y los hace durar dándoles el apoyo de su talento y de su prestigio; pero nosotros, los viejos militantes, tenemos en ello todos, o casi todos, nuestra parte de responsabilidad.

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